Palabras de despedida al profesor José Luis García Rúa

Dom, 08/01/2017 - 19:12
0
07/01/2017
Mesa de reuniones en oficina del Hospital Real

Queridos familiares de José Luís. Queridos compañeros y amigos.

Hemos perdido a un gran hombre y a un compañero entrañable. Si el adiós es, sin duda, un motivo de duelo, nos deja, sin embargo, como decía Jorge Manrique, “harto consuelo su memoria”. José Luis ha sido, entre nosotros, un hombre bueno, “en el mejor sentido de la palabra”, que quería para sí Antonio Machado, es decir, noble en sus aspiraciones, que no eran otras que un comprometimiento integral por la libertad y la justicia; generoso en su entrega a tan excelsos ideales, leal en sus afectos y compromisos.

Un hombre también sabio, conforme al ideal de los maestros clásicos, que no lo eran solo de ciencia, sino fundamentalmente de virtud, -- saber práctico existencial, que consiste en poder vivir con dignidad y coherencia. Sabio es quien vive conforme con sus convicciones últimas, y se rige con gran exigencia de valor en su vida, con sobriedad existencial y con disciplina insobornable de conducta. En cierto modo, encarnaba, entre nosotros, sin habérselo propuesto, la noble figura del sabio estoico, pero no impasible, sino amante de la vida, como Séneca, a quien había dedicado su investigación doctoral. José Luis sabía que la vida sólo vale en función de aquello por lo que se gaste y consuma, y eligió la mejor causa, a su juicio, desde el punto de vista ético y social, para quemar entera su existencia, con la secreta vocación de un cirio, que alumbra y calienta, a la par, pues no quería otra luz que la que hace más intensa, noble y bella la vida.

Pero, además, José Luis García Rúa supo ser un hombre fraterno, que hizo de la solidaridad la pasión de su vida. No la solidaridad universal, en abstracto y a distancia, proclamada retóricamente las más de las veces, sino vivida en concreto, cotidianamente, con todos aquello con los que convivía y por todos aquellos por los que sufría y padecía y luchaba, haciendo suyos sus afanes y esfuerzos, porque eran dignos del hombre, con la esperanza, quizás trágica, de que el dolor de las víctimas de la injusticia no quedará irredento.

Esta solidaridad hizo de él un duro luchador, en cierto modo implacable, pero con entrañas de indecible ternura. Se hacía querer porque se daba a querer en todo lo que emprendía, poniendo en ello toda el alma.

“Lleva quien deja, y vive el que ha vivido”

cantaba Machado en un bello poema dedicado a la muerte de su maestro don Francisco Giner de los Ríos.

No es una paradoja literaria. Sí, lleva, consigo, quien deja entre nosotros este gran tesoro de humanidad. Y “vive quien ha vivido”, quien ha vivido de veras, y por eso, sigue vivo, per-vive por su honestidad y hombría de bien, que ha sembrado por doquier la inquietud y la esperanza. Esta ha sido su herencia, por decirlo, otra vez, con Machado, “incrementar y difundir por el mundo el humano tesoro de la conciencia vigilante”.

Por eso cuadra en este acto de despedida leer, en honor de José Luis, el poema, al que acabo de hacer referencia, hermanando a dos grandes hombres, -el poeta y el pensador-, el poeta del pueblo y el santo-laico fundador de la Institución Libre de enseñanza, y vinculándolos a la grata memoria que guardamos de nuestro amigo, pues era de su misma estirpe.

¡Que descanse en paz, --en su paz, verdadera comunión de espíritu universal--, y que su ejemplo perdure en nuestra memoria!

Pedro Cerezo Galán (En nombre de sus compañeros y amigos de los Departamentos de Filosofía)

Granada, 7 de enero de 2017

Más información en CANAL.UGR.ES