Un maestro de lectura: Juan Carlos Rodríguez (1944-2016) in memoriam

Vie, 28/10/2016 - 14:49
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28/10/2016
Detalle bóveda torre Hospital Real

No estaba escrito
pero aprendí a vivir en el desorden
de las letras, los libros como cuerpos
que me miran, las páginas manchadas
a diario, la tinta cruel
que atraviesa el papel de la mañana limpia.
Ángeles Mora, Ficciones para una autobiografía

Es muy difícil resumir la trayectoria docente e investigadora de Juan Carlos Rodríguez Gómez (1944-2016) sin quedarse en una lista de títulos parcial y seca como un esparto (por decirlo a la cervantina), aunque su mera lectura habla alto de una actividad intelectual extraordinaria, tan sostenida como coherente. (*)

Terminó Filología Románica en 1967, con premio extraordinario otorgado a una Memoria de Licenciatura sobre La novela española actual, de la que salió algún artículo como “Estructura y superestructura en Baroja” (CHA, n. 224-225, agosto-septiembre 1968). Ese mismo año fue nombrado profesor adjunto (BOE 2 de febrero de 1968) y en 1971 defendió su tesis doctoral Para una teoría de la literatura: introducción al pensamiento crítico contemporáneo. En enero de 1993 obtuvo la Cátedra de Literatura española de la Universidad de Granada. Entre 1973 y 2013 dirigió una quincena de Memorias de Licenciatura y otras tantas Tesis doctorales. Entre 2001 y 2008 dirigió la Cátedra “García Lorca” del Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la Universidad de Granada. Fue profesor invitado en la Universidad de Stony Brook (Nueva York), Duke (Carolina del Norte) y La Sapienza (Roma), y doctor Honoris causa por la de Almería. Fue un profesor fascinante, un maestro de lectura, ejercitada curso tras curso ante miles de estudiantes.

Acabó por publicar su tesis doctoral mucho más tarde: Para una teoría de la literatura (40 años de Historia), Madrid, Marcial Pons, 2015. Pero ciertas reflexiones y conclusiones de este libro inédito han ido nutriendo a todas las publicaciones sucesivas, pues consiste en un denso y detallado análisis de las modernas teorías de la literatura y las problemáticas ideológicas en que se apoyan.

Arranca con un gesto inicial de ruptura con el «fetichismo de lo literario» situado en un ámbito «inmutable, neutro y ahistórico a la vez» al margen del «conocimiento histórico», pues «ni la crítica ni la literatura han existido siempre». En razón de la «radical historicidad de la literatura» , sin la presencia de la razón crítica y el sujeto libre en el marco de la ideología burguesa no puede existir la especulación sobre la literatura. Desde el principio aparece también una paradoja clave, que sustenta toda la indagación de Juan Carlos Rodríguez sobre el hecho literario: «el capitalismo creó al sujeto libre para ser explotado ´libremente´, pero con ello creó el sueño de la libertad sin explotación».

Otro gesto duradero de ruptura lo aparta también de la literatura identificada con la lingüisticidad. Las obras de arte de lenguaje se organizan en discursos, y estos en tipologías asociadas a las grandes corrientes de la filosofía posteriores a la Ilustración: a cada concepto de literatura corresponde una concepción específica de la historia de la literatura: hay una variante hegeliana, donde la lingüisticidad es el elemento sensible donde se encarna algo, el espíritu de la belleza o el de la sociedad, la kantiana, formalista, prolongada en el horizonte positivista y en la fenomenología, la empirista y tecnicista. A su vez, en el interior de esas problemáticas, los enunciados concretos ignoran el «inconsciente ideológico» del que parten.

En una recapitulación incluida en De qué hablamos cuando hablamos de literatura: las formas del discurso (Granada, Comares, 2002) reitera: hay que situarse contra el presupuesto inmediato de llamar literatura a un objeto (un texto) construido por un sujeto libre (su autor y su creador). El sujeto libre no ha existido siempre. La literatura no es una realidad sustancial eterna.

Pues o bien (a) los discursos de la humanidad se consideran producto de un espíritu humano siempre igual a sí mismo en el fondo, capaz de evolucionar o de atravesar distintas etapas, o (b) el planteamiento se hace desde un punto de vista radicalmente histórico y los seres humanos seríamos productos de unas determinadas relaciones sociales y no de otras, efectos de unos determinados modos de producción –y no de otros− actuando y viviendo con arreglo a las líneas invisibles del inconsciente ideológico determinante en tales relaciones sociales.

Entre ambos planteamientos hay un abismo. El segundo niega la idea de una Naturaleza Humana. Piensa que es una fabricación de la burguesía para sustituir a la nación de “Alma-escrita-por-Dios” que sostenía la bóveda ideológica de la sacralización feudal. Este Espíritu Humano –laico− es el eje discursivo de cualquier textualidad actual desde el siglo XVIII, como núcleo del inconsciente burgués en su lucha con el feudalismo. Esto no excluye la posibilidad de contradicción –posible justamente en las obras literarias−. Pero sí renuncia a los universales antropológicos eternos, para afirmar la radical historicidad.

Esta idea va a contracorriente del hecho de que la razón burguesa no dice que lo es, sino que es la Razón Humana sin más, igual que el capitalismo no dice sino que es la única sociedad posible sin más. En cambio, no hay temas eternos, sino que la perspectiva histórica desde los que se ven los construye. Esa perspectiva es ideológica, y en cuanto a la ideología se debe advertir (1) que no se reduce a las ideologías políticas o sociales (aunque también puedan serlo), (2) que no se reduce a una serie de ideas falsas, a un enmascaramiento de la realidad (aunque también pueda serlo).

Más que una «superestructura», al modo del marxismo clásico, y en línea con la reflexión de Althusser, la ideología es una estructura, un nivel en una formación social, como el político o el económico. Los tres se mezclan, con sus índices de autonomía relativa, en un modo de producción que configura las relaciones políticas, económicas y discursivas. Estas relaciones sólo son visibles en sus efectos. De ahí que hable del inconsciente ideológico. Su determinación clave es el modo de establecer la dominación. Esa es la que llama matriz ideológica: la presencia en el nivel de la ideología de la contradicción básicamente determinante en unas relaciones sociales dadas.

Con estos espartos expuestos de modo tan rudimentario, y aunque no le gustaban mucho las metáforas organicistas, en una visión retrospectiva esta obra tan extensa puede presentarse como un árbol de cinco ramas muy frondosas. La primera la forma una serie de intervenciones de inclinación más teórica, en la línea de las aludidas, sobre problemas de literatura comparada y sobre literatura española del siglo XX: de 1984 data la primera aparición de La norma literaria (Granada, Diputación Provincial) que se verá aumentada en 1994 (Granada, Diputación) y 2001 (Madrid, Debate), y de 2011 Tras la muerte del aura: en contra y a favor de la ilustración (Granada, Universidad). El ensayo, más breve,Althusser: Blow-up (las líneas maestras de un pensamiento distinto) , Granada AI&clE, 2002, traducido por Malcolm Read para Papers of the Modern Language Association , nº 123.3 (mayo 2008), pp. 762-779, va seguido por otras centradas en lo filosófico, aunque sin abandonar nunca la literatura: Para una lectura de Heidegger: algunas claves de la escritura actual, Universidad de Granada, 2011; y De qué hablamos cuando hablamos de marxismo:teoría, literatura y realidad histórica, Madrid, Akal, 2013.

La segunda siguió la pista del teatro y su conexión con la autonomía de la política: primeros ensayos más breves sobre Moratín , “Estado árbitro, escena árbitro : (notas sobre el desarrollo del teatro desde el siglo XVIII a nuestros días)”, (Málaga, 1975) y sobre el Diario de trabajo de Bertolt Brecht, traducido entonces (Granada, 1979), tuvieron continuación y ampliación respectivamente en Moratín o el Arte Nuevo de hacer teatro, con la edición facsímil de la Vida de Guillermo Shakespeare y la traducción de Hamlet de Leandro Fernández de Moratín, (Granada, Caja de Ahorros) y en el reader de 1999 Brecht siglo XX (Granada, Comares), cuyo muy extenso prólogo fue traducido al italiano por Elena Palumbo-Mosca y publicado con una introducción de Francesco Muzzioli en 2002 (Brecht o il potere della letteratura, Roma, Lithos).

La tercera atendió a la literatura hispanoamericana: Introducción al estudio de la literatura hispanoamerican : las literaturas criollas de la Independencia a la Revolución, escrita con Álvaro Salvador (Madrid, Akal, 1987, 1994, 2005). Además complementó con prólogos y apéndices los trabajos de Mar Campos Fernández-Fígares sobre Bernal Díez del Castillo (2001) y sobre los cronistas de Indias (2002) y culminó con Formas de leer a Borges: (o las trampas de la lectura), Almería, Universidad, 2012.

A su vez, el nombre de Borges no falta de Entre el bolero y el tango: (o cuando los cuerpos hablan) , Granada, Asociación Icile, 2015. Este breve libro nos sirve de puente para subir a la cuarta rama, dedicada a la poesía moderna. El ensayo sobre el tango apareció por primera vez en la Granada eufórica de 1982, y su reivindicación de lo vulgar puede relacionarse con la que se llamó «nueva sentimentalidad» o «sentimentalidad otra» (por Álvaro Salvador, Luis García Montero y Javier Egea, a quienes debe unirse desde el primer momento Antonio Jiménez Millán). Su defensa e ilustración de este movimiento poético quedó recogido en Dichos y escritos: sobre “la otra sentimentalidad” y otros textos fechados de poética), con nota editorial de Francisco Díaz de Castro, Madrid, Hiperión, 1999, en el prólogo a Contradicciones, pájaros de Ángeles Mora (Madrid, Visor, 2001) y el epílogo a Hace falta estar ciego : poéticas del compromiso para el siglo XXI editado por José M. Mariscal y Carlos Pardo con prólogo de Luis García Montero (Madrid,Visor 2003).

En 1994 aparecieron La poesía, la música y el silencio (de Mallarmé a Wittgenstein) Sevilla, Renacimiento, y Lorca y el sentido: un inconsciente para una historia (Madrid, Akal), uno de cuyos elementos comunes es la reflexión sobre la ideología de la música.

La quinta rama y quizá la más fértil es la dedicada al tronco de la literatura clásica española, desde el primero y más influyente de sus libros, Teoría e historia de la producción ideológica: las primeras literaturas burguesas, Madrid, Akal, 1974, reeditado en 1900 (Madrid, Akal) y traducido al inglés por Malcolm K. Read (Newark, University of Delaware Press, 2002, con prólogo de Carlos Enríquez del Árbol), seguido por La literatura del pobre, Granada, Comares, 1994. 2ª ed. 2001 y por El escritor que compró su propio libro: para leer el Quijote, Madrid, Debate, 2003, premio de ensayo José Janés .

En Teoría e historia se analizan las primeras apariciones del sujeto, que en la transición entre el feudalismo y el capitalismo produce un alma bella, capaz de relacionarse con otras («escrito está en mi alma vuestro gesto»), a cuyo animismo (platónico) se contrapone el organicismo de origen feudal. Dentro de la lógica del animismo el yo tiene una forma interior, mientras en el organicismo de origen feudal −que se prolonga en el Barroco− el yo te lo da la sangre, el linaje, el cuerpo orgánico, el “cuerpo social” en el que naces y que te incluye o te excluye como tal yo.

A ojos de la ideología organicista o sustancialista los cambios del mundo renacentista se le presenta como desorden, pero a los pobres −los pícaros− se les presenta como libertad posible para buscarse la vida. Es lo que se estudia en La literatura del pobre, desde La Celestina hasta Estebanillo Gónzález.

¿Cómo era el libro que su autor tuvo que comprarse? Uno que producía un «efecto de verdad» al narrar la vida cotidiana de un hidalgo pobre y al mismo tiempo una «mirada dual» o mirada alegórica, una vez que ese hidalgo pobre ha tomado la decisión de transformarse en caballero a través de unos libros donde ha leído el sentido del mundo.

La fantástica paradoja es que mediante ese anacrónico sentido del mundo que encierra el código caballeresco se desvela la nueva ideología de la libertad: nace la idea de que «yo soy libre» para elegir mi vida y proyectar esa vida imaginaria sobre la vida cotidiana. En gran medida es un ensayo sobre la libertad. Aunque en estricto se trate de la libertad de las relaciones sociales del primer mercado capitalista, es una libertad preciosa: por un lado, no tenemos otra, hasta el momento; por otro, y sobre todo, esa libertad no se presenta en abstracto, sino estalla en momentos concretos de resistencia por parte de los de abajo ante la opresión, como se muestra en el análisis del cruel episodio de los Duques. Los dos pasos atrás que da este Quijano para convertirse en don Quijote −un caballero andante con toda su tabla de valores incontaminada por el desorden del mundo− resulta en el paso adelante de la elección de la vida propia.

El dispositivo desencadenado por el Ingenioso Caballero es tan poderoso que provoca la represión del cura y el barbero –ejercida sobre la vida que son los libros− y la fabulosa metaficción del capítulo IX de la primera parte, o sea el nacimiento de la novela tal como dice el título de este ensayo. A la vez es un dispositivo tan matizado que no impide la penetración del miedo y el sexo en el mundo imaginario de don Quijote, por presión de la vida literal.

El análisis del segundo Quijote es doblemente complejo. Todas las contradicciones se agudizan: por el mayor vigor de la desacralización de la sociedad en 1615 respecto a diez años antes, por el doble juego con el primer Quijote y contra el de Avellaneda (si el centro de la primera parte es el efecto de la lectura, el de la segunda es el de la escritura, es decir, el de la verdad). Al sortearlas todas, Cervantes refrenda la fundación de la novela moderna.

La savia que alimentaba estas cinco ramas y el el lazo que ataba todos los aspectos de esta actividad múltiple y única era la curiosidad y la pasión. Pasión por la literatura, curiosidad por el mundo. Y capacidad magistral para contagiarlas. En Forever Young, Bob Dylan dejó escrito para ser cantado: ojalá armes una escalera hasta las estrellas, y subas todos los peldaños, y ojalá sigas siempre joven.

Andrés Soria Olmedo

(*) Nos hemos servido del útil trabajo de Juan Antonio Hernández García, “Han pasado los años [1961 - 2013]. Una bibliografía de Juan Carlos Rodríguez [Cádiz, octubre 2013]”, Youkali, nº 15, noviembre 2013, número dedicado a Juan Carlos Rodríguez. Para seguir leyendo puede uno asomarse a La literatura no ha existido siempre: Para Juan Carlos Rodríquez, teoría, historia, invención; Miguel Ángel García, Ángela Olalla Real, Andrés Soria Olmedo (eds.), Universidad de Granada, 2015.